Padre Tomás Del Valle-Reyes

Descifrando El Codigo
De Don Leonardo


Padre Tomás Del Valle-Reyes

19 Mayo, 2006



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En uno de los Museos de Jerusalén hay una Sala dedicada a Albert Einstein. En una de las paredes había hace tiempo un letrero que decía: “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la Estupidez Humana” En estos días en que nos han bombardeado por todas partes con carteles y propagandas sobre el estreno de la película “El Código Da Vinci” no puedo menos que reírme y recordar las palabras del sabio judío.

Descifrar el código que se atribuye a Leonardo Da Vinci no es otra cosa que ver cuán ignorantes, estúpidos y sedientos nos hemos vuelto en la Aldea Global que forma el mundo hoy en día.

La palabra Código de acuerdo al Diccionario tiene siete significados. Uno de ellos es el que lo define como “Cifra para formular y comprender mensajes secretos” Pienso que ese ha sido el significado que le ha querido dar Dan Brown a su mamotreto en que mezcla y tergiversa historia, religión, crímenes, sexo, manipulaciones burdas y un largo etc. Intentar descifrar el secreto del cristianismo, oculto por siglos a filósofos, historiadores, expertos en Biblia, teólogos y un largo etcétera de intelectuales y creyentes.

Dan Brown es un buen novelista, que cautiva al lector con su narración y ha sabido mezclar en sus novelas temas de actualidad en mundos misteriosos y cerrados como lo es el de la curia romana y sus organizaciones. Así lo demostró en una de sus novelas anteriores, Angeles y Demonios. En su creación más famosa, El Código Da Vinci, utiliza todas las herramientas de un buen narrador. Pero se olvida de una cosa fundamental: decir la verdad. Se pueden inventar narraciones de la índole que sea, pero cuando se entra en el campo de la novela histórica, lo menos que se pide es ser fiel a la historia. El autor demuestra un gran desconocimiento de la Historia del Cristianismo, en especial de los hechos ocurridos en el primer siglo. Se ha unido al grupo de aquellos para los cuales la libertad de expresión, el bienestar económico, el triunfo, el relativismo moral, son los nombres de la nueva religión del siglo XXI. No han tenido reparo en herir las sensibilidades de millones creyentes. Sabe que su fanatismo no llevará a guerras santas ni a amenazas de muerte. Puede contar tranquilamente sus dineros habidos por la explotación comercial de su novela y su película.

Pero no todo lo que aporta el fenómeno Da Vinci es negativo. Ha demostrado varias cosas importantes, que tanto los pastores como los educadores deben de tener en cuenta. En primer lugar el ansia y necesidad de lo eterno, de lo religioso, de lo trascendente. Si la novela y la película han tenido éxito es precisamente por esa búsqueda de la verdad. En segundo lugar nos demuestra la ignorancia existente en gran parte de la comunidad sobre los orígenes del cristianismo, especialmente en los primeros cuarenta años después de la muerte y resurrección de Cristo. No considero que con condenas se logre descifrar el Código de don Leonardo, sino con educación, con explicaciones sinceras. San Juan, uno de los compañeros de la Magdalena, afirma en uno de sus textos: “La verdad les hará libres” Pilatos preguntó qué era la Verdad. El reo que tenía delante no respondió. Con su silencio invitó a buscarla.