Navidad no es la celebración de una fecha, sino de un hecho.

Año Litúrgico



Navidad, no es la celebración de una fecha...

Navidad es una conmemoración. Si en lugar de convertirnos recordando el nacimiento del Salvador, nos dedicamos a fiestas y francachelas, entonces somos como paganos.

La navidad se celebra el 25 de Diciembre desde el siglo IV, en la misma fecha en que celebraba una antigua fiesta pagana al sol por varias razones: porque es el triunfo de la Iglesia sobre el paganismo (recordemos que el cristianismo sufrió persecución en los primeros siglos, pero para el siglo IV las cosas habían cambiado), al cual desplaza y sustituye en la nueva vida en Cristo, y por el significado del sol para el cristianismo en la persona de Cristo. Navidad no es el 24 de diciembre, es TODO el 25 de diciembre. Eso sí: Navidad NO ES LA CELEBRACION DE UNA FECHA, SINO DE UN HECHO, el nacimiento del Salvador, evento absolutamente decisivo en la historia de la salvación. Se lee en las profecías:

"Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman su nombre: “Consejero admirable, Dios fuerte, Padre que no muere, príncipe de la Paz.” (Is 9, 5)"

Ese hecho fue de tal magnitud que todo el cielo lo celebró:

"De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: “Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia.” " (Lc 2, 13-14)

Nosotros, los beneficiados con este hecho, tenemos no solamente motivos sino una verdadera obligación de celebrarlo.

Claro que el día de Navidad también coincide con una festividad bíblica: la conmemoración de la purificación e iluminación del templo por obra de los Macabeos, que es exactamente el 25 del noveno mes del calendario judío (Kisleu). A esa fiesta se le llama "Hannuká". Así consta en 2 Macabeos 1, 18:

"Ya que vamos a celebrar la purificación del Templo el veinticinco del mes de Casleu, pensamos que es bueno avisarles para que ustedes también celebren la fiesta de las Tiendas y del Fuego que apareció cuando Nehemías ofreció sacrificios después de haber reconstruido el Santuario y el altar."

Ahora bien. Piensa en la vida sobre la tierra, ¿podría existir sin el sol? Ahora piensa en ti, ¿podrías tener veradera vida sin Jesús? Tampoco. Porque desde las profecías Jesús es anunciado como el sol de justicia. Dijo el profeta Malaquías:

"Porque ya llega el día, ardiente como un horno. Todos los orgullosos y los que hacen el mal serán quemados como paja por el fuego de ese día. No quedarán de ellos ni ramas ni raíces. Pero, en cambio, para ustedes que respetan mi Nombre, brillará el sol de justicia, que traerá en sus rayos la salud; ustedes saldrán saltando como terneros cebados." (Ml 3, 19-20)

Es el triunfo de la luz sobre la oscuridad, el Sol que hace retroceder las tinieblas. En San Lucas, Zacarías -padre de San Juan Bautista- recita lleno del Espíritu Santo y dirigiéndose a su hijo:

"Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo porque irás delante del Señor para prepararle sus caminos, para decir a su pueblo lo que será su salvación. Pues van a recibir el perdón de sus pecados, obra de la misericordia de nuestro Dios, cuando venga de lo alto para visitarnos cual sol naciente, ..." (Lc 1, 76-78)

Pero eso significa en últimas que el sol llega a nuestra vida, la cual debe estar lista para fructificar bajo su luz ("Yo soy la luz del mundo" dijo Jesús en Jn 8, 12), de aquí que la temporada de adviento sea de penitencia y reflexión (ese es el sentido del color morado en los trajes de los sacerdotes en las misas, el mismo color de la cuaresma). Como dice el Santo Padre:

"Jesús nace para la humanidad que busca libertad y paz; nace para todo hombre oprimido por el pecado, necesitado de salvación y sediento de esperanza."

Así es: "...necesitado de salvación y sediento de esperanza..." ¿Hemos de limitarnos a llenarnos de signos exteriores, como hermosos adornos, guirnaldas y enormes árboles de navidad? ¿Hemos de limitarnos a servir opulentas cenas y entregar costosos regalos? ¿Hemos de limitarnos a arreglarnos y vestirnos lo mejor que podamos? Todo eso es exterior. No debemos caer en lo comentado en el libro de Isaías:

"El Señor Yavé de los ejércitos los invitaba aquel día a llorar y lamentar sus pecados, a cortarse el pelo y a vestirse con un saco. Pero prefirieron reír y divertirse. Mataron bueyes y degollaron ovejas, comieron carne y bebieron vino: “Comamos y bebamos, que mañana moriremos. ” Ahora bien, Yavé de los ejércitos me ha comunicado esto: “Esta falta sólo será pagada por su muerte.” " (Is 22, 12-14)

Dijo Jesús: "Cuiden de ustedes mismos, no sea que la vida depravada, las borracheras o las preocupaciones de este mundo los vuelvan interiormente torpes y ese día caiga sobre ustedes de improviso..." (Lc 21, 34; lee también Rm 13, 13)

El alejamiento de Dios es la muerte en vida. Entonces, es necesario recordar la advertencia de Jesús:

"¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, que son unos hipócritas! Ustedes son como sepulcros bien pintados, que se ven maravillosos, pero que por dentro están llenos de huesos y de toda clase de podredumbre. Ustedes también aparentan como que fueran personas muy correctas, pero en su interior están llenos de falsedad y de maldad. " (Mt 23, 27-28)

Y dice Jesús en otra parte: "El Señor le dijo: “Así son ustedes, los fariseos. Ustedes limpian por fuera las copas y platos, pero el interior de ustedes está lleno de rapiñas y perversidades. ¡Estúpidos! " (Lc 11, 39)

La dureza de la expresión es significativa, porque el que se concentra en las cosas exteriores está irrespetando a Dios, siendo que lo sensato es preparar nuestro corazón para que el Señor venga, lo que es una renovación interior que no es posible sin el Señor. Por eso pide el salmista: "Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, renueva en mi interior un firme espíritu." (Sal 51, 12)

Y es que el Señor no rechaza el corazón que se convierte honestamente: "Mi espíritu quebrantado a Dios ofreceré, pues no desdeñas a un corazón contrito." (Sal 51, 19)

En fin, que esta temporada de adviento camino de la navidad, y la navidad misma, sean ocasión especial para que el Señor nos regale un corazón sensato: "Enséñanos lo que valen nuestros días, para que adquiramos un corazón sensato." (Sal 90, 12)

Pero ello siempre que seamos como la buena tierra bajo el sol en la que fructifica la palabra de Dios, tal como ocurre en la parábola del sembrador (Lc 8, 4-18). "Y lo que cae en tierra buena son los que reciben la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y, perseverando, dan fruto" (Lc 8, 15)

Entonces, ¿qué quieres ser para el Señor? Di con el salmista: "Pero yo quiero ser olivo vigoroso en la casa de Dios, en el amor de Dios yo me confío para siempre jamás." (Sal 52, 10)

Ahí está la palabra de Dios:

Les daré un corazón nuevo y pondré en su interior un espíritu nuevo. Quitaré de su carne su corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Así caminarán según mis mandamientos, observarán mis leyes y las pondrán en práctica; entonces serán mi pueblo y yo seré su Dios. (Ez 11, 19-20)·

Así es que tiene sentido la Navidad. Así es que tienen sentido los adornos y las celebraciones, pero en la sencillez que gusta al Señor que es la que conviene a nuestra naturaleza y todo como testigos de una realidad eterna y no pasajera: "Y esto es lo que vi: Dios hizo sencillo al ser humano, pero ellos se han buscado mil problemas." (Eclo 7, 29)

Que esta Navidad sea otra ocasión para el nacimiento de Jesús pero en nuestro corazón, lo que supone que nazcamos a la nueva vida como El mismo nos lo enseñó: “En verdad te digo que nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo desde arriba.”Nicodemo le dijo: “¿Cómo renacerá el hombre ya viejo? ¿Quién volverá al vientre de su madre para nacer otra vez?” Jesús le contestó: “En verdad te digo: El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu." (Jn 3, 4-6)